domingo, 29 de mayo de 2016

Otra oportunidad. Capitulo 1

Autor: --
Adaptación: Luzy.
Pareja: Hétero Junsu
Género: Lime, Escolar, Romance.
Extensión: --

*Nota: He conservado algunos de los nombres que venían en la trama que he adaptado.



- ¿Te gustaron los pendientes? – Preguntó mi tía por el teléfono mientras yo me colocaba uno de sus regalos en el lóbulo de la oreja.
- Son preciosos –  Le aseguré mientras miraba las pequeñas piedritas decoradas colgar a un lado de mi rostro. Eran hermosos.
- Feliz cumpleaños, cariño – Sonreí ante el reflejo en el espejo, ella lo había hecho de nuevo, siempre con algo especial para mí, se las había arreglado para que los pendientes llegaran el día exacto.
- ¡Gracias, tía! – Conteste feliz, más feliz que nunca.
- Espero que pases un día espléndido, trataré de llamarte por la noche para que me cuentes todos los detalles jugosos – Bajó su tono de voz haciéndolo un susurro chistoso.
- ¿Sobre qué, tía? – Pregunte riéndome y poniéndome algo colorada.
-Sobre lo que hará Junsu hoy para ti, tiene que ser algo especial, ¿;o crees? Es el primer cumpleaños que pasarán juntos siendo novios – Recalcó ella mientras yo cerraba los ojos, pensaba igual y solo de imaginarme mi regalo se me ponía la piel chinita y miles de lombrices (no, no mariposas, sonaba muy cursi), miles giraban en mi estómago. 
No pude evitar reír. 
- Te extraño, tía – Le aseguré sinceramente-
-Y yo a ti, cariño.

Mis padres me regalaron otra cámara fotográfica, con la cual ya eran quince para mi colección. Esta era especial, el lente tenía pequeñas ranuras que permitían captar interesantes juegos de luz y sombras. 
Salí a la escuela con una sonrisa enorme en el rostro y un solo pensamiento en la cabeza. 

‘Él’.



Kim Junsu, había sido mi mejor amigo por muchos años, vivía a dos casas de distancia y durante mi niñez casi todas las tardes correteaba a su lado. Cuando cumplí quince me di cuenta de que me había enamorado de él, era casi inevitable. Junsu era perfecto; su cabello negro siempre un poco más largo del típico corte, sus ojos miel oscuros que parecían brillar cuando reía, su cuerpo alto y fuerte, sin llegar a ser exagerado. Pero no era eso lo que me había hecho amarlo tanto, claro que el me derritiera con solo verlo ayudaba un poco. Él me hacía sentir especial y no rara o friki, no me criticaba por andar siempre con una cámara en mano. Me entendía y yo lo entendía a él. Estábamos hechos el uno para el otro. 

Yo lo sabía, por eso deje que mi tía  me convenciera de declararme. Sí, yo me lancé por todo y él, a pesar de su cara de sorpresa inicial, me había dicho que sí, ¡Él dijo que si!, de eso hace casi cinco meses, un sueño. 

La calle en la que vivíamos estaba conformada de lindas casas a cada lado de la acera, me encantaba caminar por ella y oler la brisa matutina o el misterioso viento nocturno. Estaba sacando de mi enorme e inseparable bolso mi nueva cámara cuando un claxon sonó a mi espalda, el auto de Junsu aparcó a mi lado.

-  ¿Qué haces? – Preguntó con una ceja arqueada y una media sonrisa bailando en sus labios.
Yo no pude contenerme, de pronto las manos me sudaban, a veces no podía creer que él me quisiera como yo lo hacía. 
- Nueva cámara – Le dije levantando mi mano y él por poco rodea los ojos, lo cual me hizo fruncir el ceño, la guardé sin decir nada y me abrió la puerta del copiloto. Me subí sin necesitar más explicación. 
- Hola – Saludó dándome un beso en la mejilla y yo asentí, todavía algo confusa, por un momento su rostro había sido el mismo de aquellos que consideraban mi deseo de capturar la belleza como algo ridículo. 
Negué con la cabeza intentando despejarme. Junsu no era así, no lo era, estaba segura. 
- ¿Qué pasa? – Preguntó mientras yo lo miraba, le sonreí de buena gana y toqué mi pendiente izquierdo. 
- Mira – Le mostré acariciando las piedritas con mis dedos- 
- ¿Desde cuándo usas aretes tan vistosos? – Preguntó medio en broma medio en serio.
Sonreí moviendo mi cabeza un poco. 
- La tía Alexis me los mandó como regalo – Le contesté esperando lo que tuviera que decir él sobre mi cumpleaños.
-¿Por qué te enviaría un regalo? – Preguntó en cambio. Yo miré hacia el frente mientras nos acercábamos a la escuela.
- ¿No lo adivinas? – Le repliqué con una sensación extraña que comenzaba en el fondo de mi estómago.
- Yo renuncié hace mucho tiempo a entender cómo funciona la mente de tu tía – Bromeó mientras yo me esforzaba por sonreír ante el hecho irrefutable de que Junsu había olvidado mi cumpleaños. 
En cuanto estacionó el auto abrí la puerta y baje en silencio. 
- ¿Mucha prisa? – Preguntó divertido mientras bajaba.
- Si, algo así, ¿Nos vemos en el almuerzo? – Pregunté tratando de excusar mi conducta. En todos los años que habíamos sido amigos Junsu no había olvidado esta fecha, aunque nunca era el primero en felicitarme, tal vez tenía demasiadas cosas en la cabeza y luego lo recordaría. Me esforcé en creer eso. 
- Hoy no, los chicos quieren aprovechar el tiempo para un partido rápido – Contestó mientras yo asentía. Junsu amaba el futbol, siempre lo había hecho y no era la primera vez que anteponía eso al almuerzo o…a mí.

Cuando llegue a mi primera clase me senté justo al lado de Lara, era difícil describir a mi única amiga en la escuela, sus ojos estaban delineados de negro, su cabello rubio parecía una explosión de rizos húmedos que caían hasta su camiseta negra con la palabras ‘RAMONES’ en el frente. Ella se divertía diciendo que era genial estar juntas, el cielo y el infierno. Ella un pequeño demonio y yo un inocente ángel 

No está segura si era bueno ser el querubín.

- ¡Hola señorita cumpleañera! – Saludó Lara, y aunque estaba feliz porque le recordaba aquello que solo formó un nudo en mi garganta.
- Hola – Le dije mientas ella fruncía el ceño.
Tenía entre sus dedos con uñas perfectamente pintadas de negro, un cajita de color azul cielo, la miro y luego a mi de nuevo. 
-¿Qué? – Preguntó mientras yo parpadeaba.
-Nada – Traté de sonreír encogiéndome de hombros.
La mirada intensa de sus ojos verdes por poco hace que rompa en llanto ahí, en medio del salón de clases, al final ella soltó un bufido poco femenino y me tendió la cajita. 
- Tu regalo – Murmuró mientras yo la tomaba y sin siquiera verlo le daba un fuerte abrazo.
- Gracias – Susurré al tiempo que ella me daba palmaditas en los hombros.
- Muestra de cariño pública, ¡puaj! – Bromeó haciéndome reír.
- Yo siempre he dicho que el amor no debe ocultarse – Se burló Sapphire, la capitana del equipo de porristas y mi mayor temor escolar. Siempre me había molestado pero desde que Junsu y yo éramos novios eso se había multiplicado: bromas, chistes ofensivos, etc. 

Lara creía que Junsu podía ponerle un alto, pero yo no deseaba ser quejumbrosa, eran mis batallas. 
El profesor llegó antes de que Lara le saltara encima. 
Regresé a casa caminando pues el partido de Junsu se había alargado más de la cuenta y los dos sabíamos que el futbol no era lo mío, aunque dudo que él hubiera puesto mucha atención cuando le dije que me iba, de nuevo el nudo en la garganta pareció hacerse enorme y me esforcé por pensar en las cosas lindas del día. 

El regalo de Lara había sido una pulsera con colgantes, en ella mi amiga, que repelía las muestras de cariño, me había mostrado todo su amor. Había una pequeña cámara, un ángel y un pequeño demonio, también un perro, que según Lara representaba a Junsu, a lo cual yo solo rodeé los ojos. También tenía un corazón y un pequeño león juntos, Lara me había explicado que yo tenía un gran corazón y que eso requería ser demasiado fuerte para que pudiera sobrevivir a la maldad de la gente. Era un regalo precioso.

Terminé mis deberes a las ocho de la noche y me disponía a ducharme cuando mamá llamó desde abajo. Al final de las escaleras ella señaló la puerta y me guiñó el ojo. 

-Es Junsu – Murmuró con una risita y desapareció hacia la estancia.
Esta vez cuando lo vi, no había nerviosismo, quería estar enojada con él, pero tampoco podía, simplemente no podía, muy en el fondo había una tristeza honda que había demeritado los colores de todo el lugar.
-Hola – Saludó con ambas manos detrás de la espalda.
-Hola – Contesté sentándome sin invitarlo en las escaleras del porche, él se unió unos segundos después.

Me troné los dedos en un gesto de nerviosismo y él debió notar la pulsera pues la señaló con su dedo índice. 

- ¿Otro regalo? – Preguntó mientras yo asentía sonriendo ante la pulsera y el tintineo que las figuritas provocaban.
- Me la dio Lara ¿puedes creerlo?, tiene un corazón detallista en el fondo – Le dije mientras él suspiraba, una de sus manos tomó la mía para ver más detenidamente las diferentes figuras. Yo quería más que nada y aunque pareciera tonto, tomar su mano y entrelazarla con la mía pero él la soltó de nuevo. 
- ¿Por qué no me lo dijiste? – Preguntó.
- Que yo sepa no funciona así – Le conteste frunciendo el ceño.
- Lo siento, linda, tengo muchas cosas en la cabeza y bueno, no es excusa, pero – Se calló y me tendió una caja de chocolates. Igual a la que me había regalado los últimos diez años. Como si nada hubiera cambiado – Feliz cumpleaños – Murmuró cuando la tomé y se inclinó para darme un beso en la frente – ¿Cómo estuvo tu día? – Preguntó después de varios minutos de un silencio más bien incómodo.
- Normal – Murmuré, aunque quise decirlo mucho más. “Normal como los últimos meses, tú casi me ignoras, Sapphire se burló de mí, Lara habló mal de ti y yo me siento cada vez más sola a tu lado…”

Sabía que por simple educación debía preguntarle sobre su día, o el partido, o las clases…pero ya no tenía ganas, la tristeza había aumentado en vez de disminuir, no importaba que él lo hubiera recordado. 

“Estas muy dramática”, necesitaba encontrar la forma de no verme como una niña llorona, no frente a él. 
- ¿No me has perdonado verdad? – Preguntó haciendo que lo mirara.
- No tengo nada que perdonarte – Le aseguré forzándome a sonreír.
Junsu me miró a los ojos por varios segundos y se inclinó hacia mí lentamente con algo de impotencia y enojo en sus ojos mieles oscuras. 
-  Perdón – Murmuró antes de unir mis labios a los suyos. En realidad nos habíamos besado pocas veces y a mí no me preocupada ir lentamente, en nosotros funcionaba bien, o de eso se trataba de convencerme, pero los pocos besos que habíamos compartido, esos los recordaba todos, cada mínimo detalle: la forma como él entreabría mis labios, sólo rozando, la forma en que su lengua delineaba mi labio inferior y se separaba justo cuando la mía salía a perseguirlo. 

Esta vez algo cambió, no pude detener el sollozo de mi garganta y él me atrajo más hacia su cuerpo, había pasado una mano por mi cintura sin darme cuenta, nuestras lenguas por fin se unieron, titubeantes e indecisas. El beso fue tan lento que parecíamos no querer movernos o tener miedo de hacerlo, pero al final él se separó y desvío la mirada. 

-  Me tengo que ir – Aseguró dándome otro beso en la frente, dejándome con la caja de chocolates en las manos y deseando que él quisiera besarme más y no únicamente cuando hubiera hecho algo mal.

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